RESPIRA
Al nacer el primer acto que realizamos es respirar. A partir de ahí no dejamos de hacerlo hasta el momento de la última exhalación, el momento de nuestra muerte. Es un mecanismo automático en el que la mayoría de las veces no somos conscientes, aunque sea en las horas de vigilia. En mi trabajo como enfermera lo primero que se comprueba cuando nos encontramos con una persona inconsciente es la respiración. Así de fundamental es en el ámbito físico.
La respiración podemos utilizarla a nuestro favor en muchos momentos. ¿Quién en algún momento no se siente o se ha sentido fuera de control, desubicado, irritado, triste y no ha sabido manejar la situación? Yo si. Si te has sentido alguna vez así sabes de qué hablo. Cuando una emoción se apodera de ti, ya sea el miedo, el enfado o la tristeza, en sus múltiples matices; comienzas a respirar con ritmo entrecortado, superficial, acelerado o lento. Es en ese momento en el que respirar adecuada y conscientemente puede ser un gran aliado. Primero tienes que darte cuenta de cómo te sientes, dejarlo ser, después sentirlo en el cuerpo (quizá se te pone un nudo en la garganta, se te cierra el estómago, te duele la cabeza, te pesan los brazos o las piernas...) y a continuación dejarlo ir.
Para este proceso es de gran ayuda controlar tu respiración. Existen muchas técnicas. Lo primero que tienes que hacer es pararte y una manera muy sencilla de respiración es comenzar a inspirar muy despacio llenando todo lo que puedas los pulmones, mantener el aire unos segundos y exhalar muy despacio con los labios fruncidos. Mientras repites esto varias veces observa tu cuerpo, localiza tu sensación, SIÉNTELA físicamente y notarás que poco a poco va desapareciendo. Puede que esto no suceda la primera vez que lo hagas, pero si lo practicas con asiduidad cada vez que te sientas envuelt@ en una emoción desagradable notarás los resultados.
No se trata de evitar las emociones que no te gustan, si no de dejarlas ser sin que te pierdas en ellas, ni las bloquees. Porque en el primer caso puedes caer en brazos de un arranque de ira y decir o hacer cosas sin control de las que luego te arrepientas, por ejemplo, y en el segundo las escondes, con lo cual se formará un nudo en tu interior cada vez más difícil de deshacer. Y a la larga esto te traerá consecuencias físicas y psicológicas, con lo que ello conlleva.
Gracias, gracias, gracias.
Muy buen texto. Lo difícil es ponerlo en práctica en esas situaciones complicadas.
ResponderEliminarMe gustan tus publicaciones.